A mis hijas cósmicas

Para Nathaly, brisa suave que emprendió su propio vuelo…

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Fotografía: Marcela Castro

Aparece de nuevo esta foto, tras abrir una caja que seguía cerrada desde nuestra última mudanza, casi seis meses atrás… ya..

Aparece de nuevo esta foto que pedí a Marcela Castro, hermana de la Vida, hermosa mía… En aquel entonces necesitaba con urgencia hacer un acto psicomágico al estilo jodorowskiano. Corría el año 2016. Era la época en la que me había enfrascado en mi estudio auto didáctico, ecléctico y caótico entorno a las principales diosas del Sagrado Femenino, aquellas que existían en el imaginario colectivo antes de que el Pater Nuestro hubiera invadido a todas las religiones, salpicando sus sagradas escrituras de leyes absurdas entorno a la vida humana; lo que en los borrascas cristianas que todavía somos por estos lares se traduce en que nos siguen vendiendo como rosquillas el famoso best seller: “Transfome su Vida en un auténtico Calvario” y cómo subtítulo: Aprende y disfruta de cómo vas forjando tu propio sufrimiento.

Para que alguien se crea tu historia, tiene que ver que la llevas incorporada, en el cuerpo, en la acción, que eres lo que dices ser y pensar.

Esa famosa idea de sobrecito de azúcar que tantas veces nos ha hecho reflexionar, la mirada perdida en el horizonte: ” Pienso lo que digo, digo lo que siento, siento lo que pienso”. Es decir crear la perfecta espiral… Y así, tomando tu cafecito con la mirada perdida, te olvidas del verbo actuar, te invade la melancolía ciertos días, la ira otros, la profunda tristeza que vivida aisladamente se transforma en el inicio de una posible depresión.

He ahí donde yo me encontraba hace algunos años, mi yegua salvaje había perdido a su fiel compañera (a mi misma) y vagaba, a veces desbocada, a veces sin rumbo, en círculos erraba, comía mal y bebía poco. Fiel a mí, sin embargo, aquel animal nunca me abandonó, y aquí sigue, corriendo hoy por lindas praderas. Precioso espíritu, gracias…… Fue una época en la que la famosa “Ley de la Atracción” había funcionado a la perfección para mí: atraje exactamente lo que deseaba, lo que pensaba, lo que sentía: atraje carencia, malestar, depresión, vamos, que la ley funcionó de maravilla.

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Conocer a Ishtar, esa diosa que en algunas representaciones se agarra los pechos fue un flechazo para mi subconsciente: la reconocí como propia enseguida. Sí, la imagen de esa figura de mujer tenía algo que quería trabajar. De primeras, su estar corporal me cautivó. Así que empecé por copiar la imagen, y desde ahí profundicé más y más en quien era Ishtar.

El empezar por simplemente agarrarme los pechos, levantarlos, sentir su peso, su suavidad, me sorprendió por su poder de transformación instantánea. Un simple hecho que yo podía colocar en mi día a día sin grandes esfuerzos me llenaba en cuestión de segundos de ondas placenteras que circulaban arriba abajo y me activaban para la vida.

Mira tu la Ishtar, qué lista.

Fue la época en la que descubrí, que aún siendo una mujer que había disfrutado mucho en la vida, había olvidado por completo el auto cuidado y más específicamente el auto placer, lo que yo antes nombraba como masturbarme. Auto placer me gusta hoy mucho más para describir lo que acontece en las sesiones privadas a las que me entrego alguna noche de luna creciente…

Fue un tiempo oscuro, con cagadas supremas y grandes aciertos, con muchas horas de soledad que buscaba sin saber bien lo que quería, más allá de desear estar a solas conmigo, conocerme, saber quien era yo.

El mayor acierto fue hacer un pacto conmigo: aguantaría durante un tiempo ponerme como tarea una acción sostenida y así corregirme cada pensamiento negativo que se colara. No me pedí más y fue ardua labor, diosa… Estaba muy contaminada. Me dí cuenta que si tuviera que conversar con aquella a la que ahora escuchaba con atención, me iría lo antes posible. Triste, sí.

Lo que fue llegando a veces de golpe, a veces más lento, a través de este inicio fue por voluntad propia, ya no era forzado: quise hacer yoga todos los días, quise meditar, quise después empezar a comer mejor, quise atender más y más facetas olvidadas que hoy me mantienen felizmente ocupada. Fui así rehabitándome y logré sacarme del abismo.

Hoy mi vida vibra abundante, sin ser perfecta, cosa que ya no me preocupa, no es mi meta, soy feliz a mi manera, estoy aquí y ahora donde quiero estar.

Mi actual caminar me sitúa cerca de mujeres mucho más jóvenes que yo, les llamo “hijas cósmicas”. Las adoro, me siento vibrar en sus ojos ávidos, en sus risas espontáneas, en su ansia por comerse la Vida, hay una parte de mí que sigue vibrando ahí, creo que por eso nos atraemos. Muchas veces aparecía en mí la necesidad de enviarles un mensaje cuando reconocía en ellas a esa que yo me empeñé en ser durante años. Las quería salvar, las quería ayudar, guiar. Si bien sé hoy que han de recorrer su propio camino y que no todas resonarán conmigo. Y eso está bien. Me quité la carga de Madre Paternalista, ufff, bien por mí, por mi hija biológica y por todas aquellas que están cerca.

Sin embargo, me queda siempre este mensaje cada vez más sencillo, hija mía: es esencial romper con esa idea de orfandad que nos acompaña a muchas mujeres, hubo muchas mujeres antes que nosotras que sintieron y accionaron cómo nosotras, y a través de ellas es posible encontrar llaves ya inventadas, no tienes que partir de cero. Así que busquemos siempre a alguna mujer que pasó antes que nosotras y sigámosla en lo momentos oscuros. Yo en esa época elegí a Ishtar, y a través de esa arquetipa, mujeres que me la recordaban, de hecho iban apareciendo, sin más.

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Hoy me inspiro en Baubo, la diosa de la risa sagrada, la que enseña la vulva cuando todo va mal.

Sólo, eso, recuerda que no estás sola, recuerda que eres parte.

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